El cine argentino es reconocido y valorado en todo el mundo, al igual que la excelencia técnica de sus trabajadores, quienes desde hace años se desempeñan en condiciones difíciles. Sin embargo, en Argentina existe un gran prejuicio respecto del cine nacional, y es por eso que mientras lo vemos brillar en festivales internacionales prestigiosos, no siempre tiene la misma recepción entre el público masivo a nivel local. Además, el incumplimiento de los últimos años de la Ley de Cine (17.741) respecto de la cuota de pantalla no ha ayudado a fomentarlo.
Por supuesto, hay excepciones, como la ganadora del Óscar El secreto de sus ojos de Juan José Campanella o Argentina, 1985 de Santiago Mitre. Pero, en términos generales, el desconocimiento es tal que grandes obras como Tiempo de valientes de Damián Szifron, El prófugo de Natalia Meta, Cuando acecha la maldad de Demián Rugna, por mencionar solo algunas, muchas veces pasan desapercibidas fuera de los circuitos cinéfilos. Y ni hablar de documentales argentinos espectaculares, como La república perdida de Miguel Pérez, Teatro de guerra de Lola Arias, Esquirlas de Natalia Garayalde o Después de un buen día de Nestor Frenkel. La creencia popular sostiene que las películas argentinas son aburridas y lentas, pero este es un viejo preconcepto y un lugar común que quedó cristalizado en el discurso general.
El cine nacional construye identidad y fomenta la pertenencia. No solo es entretenimiento; es también espejo de nuestra sociedad, registro de nuestra historia y expresión de nuestras voces. Cada película retrata contextos, problemáticas y valores, desde luchas sociales hasta costumbres cotidianas, pasando por las diversas realidades que conviven en este vasto territorio. Al ignorarlo, dejamos de reconocer las historias que nos pertenecen, las voces que nos representan y los relatos que nos conectan con nuestra idiosincrasia. Además, renunciamos a una herramienta poderosa para cuestionar, reflexionar y dialogar sobre lo que somos y lo que aspiramos a ser.
El impacto de eliminar la cuota de pantalla
La cuota de pantalla, eliminada por el presidente Javier Milei mediante el decreto 662/2024, era un mecanismo que exigía que un porcentaje mínimo de las películas exhibidas fueran nacionales. El Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) era el organismo encargado de garantizar su cumplimiento. Esta era clave para asegurar que las producciones argentinas tuvieran un lugar dentro de la programación de las salas de los cines comerciales. Esta decisión, por el contrario, le abre paso al libre mercado y a las grandes productoras extranjeras que, con presupuestos gigantes, tomarán casi por completo las carteleras, dejando a las películas nacionales con menos pantallas y menos posibilidad de visibilidad.
¿Dónde ver cine argentino?
Desde nuestras casas podemos acceder a plataformas como Cine.ar Play, Octubre TV o Flixxo, todas gratuitas. Las grandes plataformas internacionales también tienen catálogo de cine local. Aunque nada se compara con la liturgia de ver cine en una sala. Hay algo ceremonial en ese ritual colectivo que es a la vez solitario, silencioso y que invita a la introspección en la oscuridad mientras nos perdemos en la ilusión que ofrece la pantalla.
Algunas películas nacionales logran estrenarse de forma orgánica en cine comerciales, como la candidata para los próximos Oscar, El jockey de Luis Ortega. Otra alternativa son las salas independientes, como el Lorca, el Gaumont, el Malba y el Cine York, que siguen apostando por nuestro cine.
La oportunidad de explorar cine de autor con temáticas actuales se encuentra en los festivales. Estos suelen tener un mes fijo cada año y la experiencia es variada. Cada uno está curado alrededor de una idea regional, una temática o un género. Para descubrir los festivales de cine más relevantes del país, se puede consultar en INCAA o sitios especializados como GPS Audiovisual. Acá te presento una selección de imperdibles, junto con sus fechas y temáticas:
- BAFICI, Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente
Celebrado anualmente en abril en la ciudad de Buenos Aires, es uno de los festivales más importantes y singulares de la región. En su última edición cumplió 25 años y tuvo 500 funciones distribuidas en 13 salas de 6 sedes. Es una plataforma para obras innovadoras y fuera del circuito comercial. - La Mujer y el Cine
Vigente desde 1988, también se celebra en el mes de abril. Este festival se ha consolidado como un espacio clave para visibilizar y celebrar el trabajo de las mujeres en la industria cinematográfica. - Festival Internacional de Cine de las Alturas
Celebrado en mayo y dedicado a la cultura andina, pone en valor la identidad atravesada por la Cordillera de los Andes. Como señala Daniel Desaloms, director artístico del festival: “Inmensidad y espiritualidad. Nos une la naturaleza, la música, la gastronomía, el lenguaje y las artes. Nuestro cine. Eso nos hace andinos…” - Festival Asterisco
Celebrado en octubre, se ha convertido en un referente regional para el cine con temáticas LGBTIQ+. Su programación promueve el cine como una posibilidad expresiva, artística, estética y social diversa, y explora nuevas perspectivas sobre la identidad y el género. - BARS, Buenos Aires Rojo Sangre
Es el festival de cine fantástico más antiguo de Latinoamérica. A lo largo de sus 25 años de historia, ha sido testigo y promotor del crecimiento de una generación de cineastas que llevaron la producción nacional de terror a otro nivel. En su programación, que a menudo incluye estrenos exclusivos, se han presentado obras de destacados referentes del cine de género argentino como Daniel de la Vega, Demian Rugna, Nicanor Loreti, entre otros. - El Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
Aunque la edición de 2024 estuvo plagada de controversias como exploramos en mi artículo anterior, siempre la mirada está puesta en este espacio, ya que es uno de los festivales más prestigiosos de América Latina y el único clase A. - FICER, Festival Internacional de Cine de Entre Ríos
La sexta edición tuvo lugar en la ciudad de Paraná. Se consolidó como un evento cultural imprescindible para el pueblo entrerriano, y tiene secciones competitivas con importantes premios, una selección de películas internacionales y un mercado audiovisual regional.
Estos festivales son mucho más que vitrinas para la exhibición de películas; son auténticos lugares de incubación para proyectos y plataformas de lanzamiento para las carreras de cineastas emergentes y consolidados. Allí, los realizadores encuentran un entorno ideal para establecer contactos y recursos. Además, se comparten ideas, metodologías de trabajo y visiones creativas, fomentando un intercambio enriquecedor que impulsa la innovación. Los y las cineastas tienen la oportunidad de mostrar sus obras ante audiencias cinéfilas y críticas especializadas, y recibir valoraciones que pueden ser determinantes en sus carreras. Además, muchos festivales ofrecen talleres, conferencias y mesas redondas con referentes de la industria, lo que les permite a los participantes acceder a herramientas y conocimientos para profesionalizar su trabajo.
Mercados: oportunidades para crecer
Existe otro espacio donde las personas que trabajan en el cine tienen una gran posibilidad de crecer: los mercados. En estos eventos los profesionales de la industria audiovisual se reúnen para negociar, comprar, vender y promocionar contenidos cinematográficos. Funcionan como puntos de encuentro entre productores, distribuidores, agentes de ventas, programadores y otros actores del sector. Cineastas y productores pueden presentar sus proyectos en diferentes etapas de desarrollo, desde ideas iniciales hasta películas terminadas, con el objetivo de asegurar financiamiento, distribución o alianzas estratégicas. Se suelen incluir actividades como rondas de negocios, presentaciones de proyectos (pitchings), proyecciones exclusivas para compradores, y paneles sobre tendencias y desafíos de la industria. Ejemplos destacados de mercados de cine son el Marché du Film en Cannes, Industria en San Sebastián, el American Film Market en Las Vegas y Ventana Sur que históricamente se celebró en Argentina, pero que esta edición se hizo en Montevideo.
Mercados y festivales son mucho más que espacios para ver y celebrar películas: son el corazón de la industria cinematográfica. Son esenciales para el desarrollo, la proyección y la sostenibilidad de las carreras de cineastas y del cine como arte y como negocio. En estos espacios cada conversación puede convertirse en una oportunidad: un nuevo proyecto, un acuerdo de distribución, un estreno en un festival de renombre. Es ahí donde el cine argentino puede mostrarse tal como es: diverso, profundo e innovador.
Proteger nuestras historias
En un mundo globalizado, mirar cine argentino no solo es un acto de consumo cultural, sino también un gesto de resistencia ante la homogeneización de las narrativas impuestas por la industria global.
Cuidar estos espacios también es cuidarnos. Es, en última instancia, una forma de preservar y fortalecer nuestra identidad colectiva.